Mucho ruido y bastantes nueces

(05-Nov-1997).-
inSITE ’97 Nuevos proyectos de arte público de

artistas del Continente americano. San Diego/Tijuana, hasta el 30 de noviembre. Informes al 544-4562.

Los organizadores de la tercera edición de inSITE han logrado refinar aciertos y evitar deslices anteriores en esta muestra trienal que ahora reúne 37 instalaciones, intervenciones y acciones de artistas del continente, especialmente concebidas para esparcirse e interactuar en el área de San Diego/Tijuana. El equipo curatorial -Jessica Bradley (Canadá), Olivier Debroise (México), Ivo Mesquita (Brasil), Sally Yard (EU)- se mantuvo al margen del acostumbrado tono grandilocuente y pretencioso de las superproducciones institucionales de arte contemporáneo (recuérdense Documenta X y la última Bienal de Sao Paulo) y a su vez permitieron que los artistas desarrollaran sus ideas sin dirigir su discurso. La coherencia de la muestra no deriva propiamente de la línea curatorial, sino del proceso de trabajo requerido desde la concepción hasta la incepción de cada pieza comisionada. En consecuencia, los proyectos varían tanto en estilo y sentido como en eficacia, y es precisamente esta incierta versatilidad la que le confiere a inSITE su peculiar carácter.

La frontera californiana, con sus ineludibles contrastes (económicos, políticos, urbanísticos y culturales) define a priori el planteamiento de la mayoría de las piezas; se sobrentiende que la actitud sería denunciatoria, burda o sutilmente, de la injusticia, la explotación, el racismo, los prejuicios y la hipocresía -de por sí tan evidentes en esta región. Además, como el arte está del lado de los buenos, también queda claro de antemano que inSITE se propondría hermosas metas, como fomentar el diálogo y la comprensión entre las comunidades. A esta alturas del partido ya todos nos sabemos estas historias, de modo que el “mensaje” socio-político-cultural de las obras se asume y el estrato estético puede pasar nuevamente a primer plano.

En este sentido hay tres obras que exitosamente subvierten el despersonalizado academismo crítico-antropológico del arte de corte multiculturalista y restablecen el placer sensorial del espectador como el requisito primordial para la articulación artística. Consignado a la frontera, de Judith Barry (EU, 1954), es una video-escultura cuyas proyecciones literalmente pintan los cinco lados de dos grandes paredes que forman una “T” al centro de una sala. Imágenes fluidas y alteradas en collages de edición digital elaboran una impresionante y complicada danza visual de paisajes, edificios, autopistas, aviones y otros emblemas de la topografía del lugar, en tanto que la inteligente relación de escala y composición rítmica prácticamente nulifica el distanciamiento que en el arte del video provocan el cinescopio y la pantalla.

El barroquismo de Barry encuentra un correligionario meditativo e introspectivo en Entre los ojos, del desierto, de Miguel Río Branco (Brasil, 1946), quien coreografió tres larguísimas secuencias de retratos y paisajes fotografiados durante su estancia en la zona, proyectándolas simultáneamente sobre la pared de una amplia bodega oscurecida. Valiéndose de un dispositivo que disuelve lentamente los cambios de imágenes. Río Branco nos transporta a un melancólico y desolado lugar imaginario, lejos del caos enceguecedor del entorno exterior.

Si bien un proyecto de arte público tiene el imperativo de llevar el arte a las masas populares, Rubén Ortiz (México, 1964) se propone enseñarnos a “los cultos” el arte de las masas -no como documentación antropológica que neutraliza su efecto emotivo, sino presentándolo de modo que sus cualidades pueden desenvolverse análogamente dentro del contexto del “arte culto”. Ortiz apropió un insólito low-rider de campeonato, realizado por el talentoso bracero Chava Muñoz, le montó un videoproyector y le puso en una galería desdoblando y desplegando sus múltiples secciones. Los malabares que le han valido numerosos trofeos a esta troca, se traducen aquí en las suertes formales de una escultura atrevidamente cubista. El readymade ronda de nuevo, pero aquí no para colonizar el edén estético con objetos comunes, sino para puentear edenes otrora desfasados.

Una vertiente propicia en inSITE la forman intervenciones “interactivas” que se insertan en el espacio público. Melanie Smith (Inglaterra/México, 1965) montó una oficina de información turística con todo y carteles, postales y panfletos donde se promocionan atracciones anodinas. Louis Hock (EU, 1948) instaló dos bebederos vecinos en ambos lados de la barda fronteriza, conectados a una misma toma de agua que está exactamente en la línea divisoria. Involucrando por igual a los amantes del arte como al público incidental, estas obras inventan un territorio donde la funcionalidad, la caridad y la poética del absurdo miden fuerzas.

Con todo y sus obligatorias piezas predecibles y malogradas, el recorrido por Tijuana y San Diego deja un buen sabor de boca. inSITE’97 demuestra que la calidad y la eficacia de una exposición se reduce a la calidad y la eficacia de las obras individuales que la conforman, y no a las buenas intenciones ni a las profundísimas disertaciones que la apoyen. inSITE ya no es un mero experimento; para su próxima edición, en el 2000, se perfila como uno de los eventos artísticos más estimulantes del Continente.