(18-Ago-1999).-

Lienzos de Esperanza

Quinto concurso “D.A. Siqueiros”, Premio Buzón Penitenciario 1999.

Sala de Arte Público Siqueiros. Tres Picos 29, Polanco. Tel. 52-03-58-88.

A lo largo de estos tiempos postmodernos, gran parte de las novedades artísticas se han apoyado en el efecto de “otredad”, articulado en apropiaciones de expresiones culturales al margen del mundo del arte ó desde la producción artística periférica.

Si hablamos de niveles de otredad, más allá de la redituable chabacanería de la cultura de masas, más allá de los inagotables manierismos multiculturalistas, se encuentra el outsider-art. Allí se consigna la producción del naíf, del demente, del alienado. Lo cierto es que la idea de outsider-art va de la mano con la idea de vanguardia forjada, precisamente, en el Salón de Rechazados. De aquí que los éxitos de Picasso, Pollock, Warhol, Beuys son inseparables de sus respectivas patologías asociadas a desbordamientos ya sean hormonales, autodestructivos, egocínicos ó traumatológicos.

La búsqueda de depósitos de otredad dentro y fuera del ámbito artístico ha logrado sacar a la luz el delirante trabajo de outsiders como Adolf WÜlfli, Henry Darger y Martín Ramírez. En el caso de la obra de estos sicóticos magistrales no se presume la intención de manipular convención artística alguna ni de provocar un determinado tipo de roce con el público. Pero cuando alguna excéntrica otredad del artista profesional es el pilar de obra expuesta en un museo o galería, el espectador debe esforzarse por discernir el juego de provocaciones que el autor desea echar a andar. Pues con la institucionalización de los métodos vanguardistas, de sus propuestas y de sus expectativas, nuestros contemporáneos más astutos han aprendido a satisfacer a colación la demanda de “otredad”, tanto en su estado natural como en fórmulas artificiosas.

Evidentemente, ninguno de éstos es el caso de las obras de internos de cárceles que participaron en el concurso cuyos finalistas ahora muestran en el antiguo estudio de Siqueiros en Polanco. Por un lado, los dibujos y pinturas seleccionados fueron hechos con la intención de ser exhibidos, juzgados y reconocidos como arte. Por otro lado, en este contexto uno no viene a enrollarse en las escurridizas jugarretas del arte contemporáneo, sino a encontrar piezas que capturen y expresen el carácter de la experiencia carcelaria en formas plásticas inusitadas. Buscamos talento en la extrañeza, y en algunos casos comulgar, a distancia, con individuos en desgracia.

Algunos de estos autores son verdaderos aficionados, como lo demuestran el sencillo pero sensible Perfil en aguada de Carlos Miranda Ramos y el “soy totalmente neomexicanista” retrato de Frida de Carlos Eduardo Hernández. Otros, con el tiempo a su disposición para idear teorías metafísicas, conspiraciones y denuncias políticas, aprovechan los talleres impartidos dentro de las cárceles para ilustrar sus peculiares conjeturas, como en El ocaso del Imperialismo, de Erasmo Alanis Gouga y El sexo débil del hombre, de Javier de la Torre Camarena. En este rubro resaltan los perturbadores desfases estilísticos que dividen Etapas, de Ezequiel Padilla, en parábolas de la carne, la vida y el espíritu.

Abundan también las lamentaciones del encierro, ilustradas, entre otros, por Hasta cuándo, de Jesús Jaime Carrión, y Prófugo de la vida, de Isabel Fuentes Gonzáles. Aquí la obra más conmovedora es Autorretrato con mi familia, de Francisco José Tejeda; el sintético delineado de esta familia feliz, como de folleto publicitario, que es finalmente intangible, acierta en la sensación de pérdida implícita en los usos paliativos de todo medio de representación.

Las obras más desconcertantes, y las que mejor satisfacen las demandas de otredad desde la perspectiva del arte contemporáneo, son aquí dos autorretratos en los que los autores asumen, no su condición de reo, sino de artista. Fé perdida muestra, sobrepuesto a su paleta, colores y pinceles, el semblante bonachón del artista Margarito Bautista “Mago”. Acompañan dos viñetas apocalípticas y una caricatura mallarmeana del pintor frente a su lienzo en blanco. Se trata de una composición que evita ser digerida con facilidad: una combinación de ternura y violencia, de asertividad y duda, de devoción y cinismo.

Reverso de un desnudo tatuado con autorretrato y la justicia “choca” es más explosivo. El surrealismo cholo del dibujante Ausberto Morales aka El Es-teta Orate, despliega una admirable habilidad gráfica. De su cara, también flotante, se disparan líneas anotadas como “fuga de pensamientos”. De ahí el grafito se contrae en patrones rítmicos y delimita los contornos de mujeres desnudas y de muchas, muchas tetas. El tono es wagneriano; los obsesivos detalles de la obra trastocan los temas de la muerte, la religión, la libertad, la carnalidad, el comercio, el aburrimiento. Es una pieza tan bella como atroz.

Si estas obras logran involucrarnos en juicios estéticos complejos, no es porque pueden llegar a simular la obra de tal o cual artista conocido, sino porque su transparente contundencia nos obliga a reconsiderar categorías ya demasiado bien empaquetadas. De hecho, las provocaciones de Ocampo y Galán se enmudecerían al lado de Mago y El Es-teta Orate.