(10-Nov-1999).-
Libertad en bronce 2000, Paseo de la Reforma y Gandhi, hasta enero del 2000

Circulando por Paseo de la Reforma hace unos meses todos pudimos notar al contingente de trabajadores que operaba en el camellón ubicado entre el Museo de Arte Moderno y el de Antropología. Aislados por una valla provisional, los peones apisonaron el área con arena, instalaron postes de alumbrado, construyeron arcos decorativos y colocaron a todo lo largo pedestales de acero. Bajo estrecha vigilancia acomodaron un cargamento de 88 esculturas que en breve se develarían con gran pompa oficial como Libertad en bronce 2000.

Decenas de miles hemos visto de ida y vuelta, desde autos y microbuses, la repentina aparición de esculturas de Carrington, Cuevas, Felguérez, Gerzo, Von Gunten, Laville, Nissen, Palacios, Rojo, Soriano y de Szyslo. Algunos nos sorprendemos ante la ocurrencia de colocar creaciones pastorales (Manantial, Dafne, Vuelo con reposo, Puerta con ángel) en un entorno exacerbado por el ruido, el humo y el flujo del incesante tráfico vehicular. Otros más nos preguntamos por qué estos modelos habitan la vía pública cuando su comercial escala, terminado y temática más bien los hacen candidatos naturales para la decoración de lobbies de hoteles, oficinas corporativas y jardines residenciales de Cuernavaca o Valle de Bravo. A todo esto hay una respuesta.

Libertad en bronce 2000 surge de la iniciativa del coleccionista Isaac Masri, un dentista que ha forjado amistad con numerosos artistas. El doctor Masri ideó un astuto esquema para producir un proyecto que se promovería como un conjunto escultórico de importancia y en forma simultánea como un gran negocio. La idea base es sencilla: Estas ediciones de bronces, creadas por pintores ampliamente reconocidos en el mercado mexicano, serían financiadas por sus compradores. Es decir, el riesgo y la plusvalía normalmente asumidos por el galerista y el artista al producir obra que requiere de una inversión considerable, serían transferidos al comprador-inversionista.

Los 11 artistas fueron contratados para generar cada uno ocho esculturas, en ediciones de diez ejemplares (incluyendo pruebas de artista y de taller). El costo del proyecto, sin duda de varios millones de dólares, es la suma de los honorarios de los artistas y los gastos de producción y promoción. Este total lo costeó por anticipado una veintena de socios que eventualmente se repartieron las esculturas. Al final, cada uno de los paquetes de esculturas les fue adjudicado por un monto bastante menor al de su supuesto valor en el mercado abierto.

Ahora bien, sin relación al hipotético valor comercial y cultural de los bronces resultantes, la maniobra del doctor Masri y sus socios no sería más que un estratagema privado para hacerse de un buen deal, como los hay a diario en el mercado del arte. Sin embargo, sucede que en el despampanante catálogo producido para la ocasión (a la venta por 750 pesos) la lista de socios de Masri aparece como “Patronato de Libertad en bronce 2000″, lo cual indica que la empresa se transformó en una asociación civil de promoción cultural. Bajo el argumento de que Libertad en bronce 2000 sería un proyecto de interés cultural para la nación, Masri propuso a Conaculta el que se organice la producción del conjunto escultórico alrededor de una exposición que itinerase en todo el país y en el extranjero. Conaculta accedió a, y respaldó, la formación de una asociación civil que asumiría las funciones de producir las esculturas y coordinar su itinerancia.

Esto significa que el dinero invertido allí adopta la condición de aportaciones filantrópicas, es decir, que son deducibles de impuestos. Añadiendo al asunto una cocina fiscal creativa, Masri logró que sus inversionistas pudieran deducir de impuestos la mayor parte de sus aportaciones, aparte de beneficiarse de la legitimación y promoción que la muestra añade a sus colecciones. Y dado que en México la reglamentación fiscal actual desincentiva el coleccionismo y con ello sabotea la labor de las galerías, el fenómeno de Libertad en bronce 2000 es de llamar la atención.

Para conseguir dichos beneficios, Masri se ve obligado a hacer las labores de galerista, de coleccionista y además las de institución cultural, y con ello conflictúa de manera insalvable los intereses entre los cuales se negocia la calidad artística en el contexto público. Los vericuetos ideados para realizar Libertad en bronce 2000 son evidencia de cómo las políticas fiscales del país extinguen toda posibilidad de que en México exista un entorno sano para el arte contemporáneo, con un mercado abierto que fomente el coleccionismo, que sustente la labor de las galerías, y que entre en juego productivo con las fuerzas de la crítica y de las instituciones culturales.

Masri ha logrado exhibir la lamentable situación de la actual legislación fiscal en lo que atañe al arte, así como la confusión e ingenuidad de las instituciones responsables de su implementación. En todo caso, es evidente que, habiéndosele otorgado los beneficios fiscales a Masri y cía., no hay razón alguna para negárseles los mismos a los demás galeristas y coleccionistas del país, a quienes por lo pronto no se les reconoce su labor en favor del entorno cultural.

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