(22-Ene-1997).-

Ilse, la memoriosa

Exposición: Mnesis, de Ilse Gradwohl. Museo de Arte Moderno, hasta el 9 de marzo. Reforma y Gandhi. Bosque de Chapultepec. Teléfonos 5 53 62 33/ 2 11 83 31. Fax 5 53 62 11.

En las etéreas abstracciones de Ilse Gradwohl el tiempo se detiene, digamos que en 1973, año que vio el arribo de la artista austriaca a México y época estética que llegó para quedarse en Mnesis (memoria).

Luego del régimen proscriptivo ejercido por el minimalismo en la pintura abstracta de los sesenta (caracterizado por el monocromo gris, cuadrado y perfectamente purgado de todo indicio de subjetividad), artistas como Eva Hesse, Lynda Benglis y Susan Rothenberg metamorfoseaban las recetas minimalistas con el propósito de confeccionar un formalismo con aroma de mujer.

Gradwohl continúa esta línea estética, no estrictamente en sus intenciones, pero sí en cuanto al gusto por resoluciones que sugieren cierta virilidad modernista, pero evitando lo varonil; composiciones que oscilan entre los matérico y lo atmosférico, formas “primigenias”, colores deslavados, trazos nerviosos, pinturas “bien” cuidadas.

Si acaso el proyecto de Gradwohl no ofrece nada sorprendente ni novedoso al limitarse a hacer buena pintura postminimalista, resulta agradable encontrarse con una artista que no confunde la vocación artística con la de profeta -como suele suceder precisamente con quienes desdeñan al pincel por arcaico y pregonan a cada rato la muerte de la pintura.

Dejando a un lado la manía por la originalidad y la relevancia histórica para concentrarnos en lo concerniente a la competencia artística, cabe preguntarse bajo qué parámetros logran funcionar estos lienzos.

Para empezar, “la memoria” en estas pinturas no representa el contenido de información visual grabada en las neuronas de Gradwohl (a menos que ella fuese completamente miope, en cuyo caso no sería capaz de pintar sus borrosos escenarios). “La memoria” aquí puede ser la del proceso de fabricación del propio cuadro, revelada en las capas de pigmento semitransparente y evidentes a través de brochazos, veladuras, chorreados y embarrados.

Las obras más efectivas en Mnesis, sin embargo, son las que consiguen empujar a la materia pictórica (lienzo, pigmento, trabajo manual) al punto donde conjuntamente puede trascender su calidad tangible virtiéndose en efecto visual. Por ejemplo, para desmaterializar la superficie de Flashback (1994) y Dreamwalking (1996), Gradwohl manipula nuestra inclinación para percibir “luz” en el plano pictórico por medio del blanco; su gradual concentración con burdas marcas de crayón, pincel y espátula alcanza a contrastar con el contexto matérico, de modo que la blancura se disuelve en luminosidad. Así, el contenido de “la memoria” captada -pero asimismo expresada- por el cuadro está compuesta de impresiones donde tanto el hecho concreto como la interpretación óptica entran en juego.

Mientras lo mejor de Gradwohl consigue articular visualmente algunas de las complejidades pictórico-filosóficas de “la memoria” re-presentada en pintura, en varias piezas la artista se deja llevar por el camino fácil al asumir que el significado de la obra puede recaer en el lenguaje simbólico que explota, es decir, en el tratamiento lírico del tema.

Una figura ovoide, alargada y, en ocasiones, seccionada aparece constantemente, forzándose como símbolo de sexualidad femenina, como semilla preñada, como una forma “universalmente” femenistoide. De manera relacionada, el políptico Cuatro poemas de amor pretende que la alternancia de elementos rojos y blancos signifique, como en una bandera, la pasión y la paz enmarañadas, o algo por el estilo. La lectura figurada, solicitada por estas piezas, contrasta con los procesos de la memoria, pues, como la buena pintura, la memoria se imprime con información sensorial que a su vez se asocia directamente con estados emotivos y de significación; su contenido no está metaforizado (por más que los junguianos insistan).

Las obras de Gradwohl funcionan cuando logran sintetizar cierta analogía entre la pintura y la memoria. En la experiencia de presenciarlas, lo pasado (el proceso de pintar/ la vivencia plasmada) queda casualmente fusionado con lo presente (el efecto óptico/ el acto de recordar). Habría que agradecer a los simplones que se entretienen con sus instalaciones, videos y props de moda, y que se jactan de la obsolescencia de la pintura, por no estar haciendo bola frente a los cuadros en estas felices ocasiones.