Corte y Concepción

(28-Ene-1998).-
Terence Gower, Mal de Archivo. Art Deposit, Chihuahua 140, Col. Roma. Hasta el 15 de febrero.

Linda Herritt, Instalaciones. Galería Nina Menocal. Zacatecas 93, Col. Roma. Hasta el 22 de febrero.

Un debate particular al arte de Occidente se da entre aquellos que acuden a la experiencia estética para desentenderse de los asuntos materiales de nuestra cotidianidad y aquellos que buscan iluminar (comentar, criticar) estos asuntos por medios artísticos. Estos últimos han avasallado los centros culturales más importantes durante los últimos 30 años; siendo su preocupación la de encontrar y/o inventar, y explotar, vínculos efectivos del arte con la vida. A partir de esta cruda generalización podemos entender la fusión del antiesteticismo del Pop-Art con el del Concept-Art en el estilo du jour que se ha denominado, desafortunadamente, postconceptual.

El arte postconceptual tiene orígenes rastreables a las academias y universidades donde los artistas conceptuales se refugiaron de las inclemencias del mercado, y donde han buscado entrenar a las nuevas generaciones de artistas profesionales (con diploma) para exorcizar por siempre al fantasma del esteticismo. Los jóvenes vanguardistas son ahora apoyados por un pudiente mercado del arte preocupado por purgar los excesos incurridos en los años 80, y, por consiguiente, ávido por cultivar el aura de lo anti-establishment. Tan exitoso ha sido el mercadeo del postconceptualismo que sus estrategias estéticas se han esparcido alrededor del planeta.

En México también han surgido recientemente, como esporas, artistas locales dedicados a los medios y las estrategias estilísticas del postconceptualismo. Carentes de historia y discurso -debido a que casi no hay antecedentes de Pop ni de Concept-Art mexicano, a que las academias todavía avalan programas momificados ya que el mercado del arte sigue pasmado en líArt pour líArt.la instalación, el arte-objeto, el accionismo se han dado aquí, salvo contadas excepciones, de manera desarticulada, descontextualizada y con tal inocencia que podríamos conformarlos bajo el sospechoso rubro de post-conceptualismo-naïf. Por fortuna, el meollo que se ha vuelto el arte contemporáneo en México ocasionalmente cede espacios a exponentes más consecuentes con sus decisiones estilísticas. Así sucede con Linda Herritt y Terence Gower, artistas norteamericanos que -por azares del destinohan realizado ya varios proyectos en nuestra ciudad, y quienes exhiben este mes en espacios separados por sólo unas cuadras.

La obra del canadiense Gower recrea concienzudamente el sabor (o falta de) del arte conceptual de los años 70; el cuestionamiento de la belleza estética, el análisis del lenguaje, la obra como investigación científico-filosófica y el señalamiento de los contextos nos refieren a figuras como Lawrence Wiener, Douglas Huebler y Michael Asher. Evocando a este último, las intervenciones de Gower suelen provocar que nos preguntemos dónde está ôla obraö; sus proyectos incluyen museografiar una exposición vacía, contratar un decorador para pintar la galería, reetiquetar la obra ya dispuesta. En Art Deposit, Gower presenta una vitrina con documentación (la cual a veces es propiamente la obra) de varios proyectos anteriores. Mal de Archivo funciona como La boite en valise de Duchamp, se trata a la vez de una miniretrospectiva portátil y de una obra más que se añade a su currículum. La problemática provocada por este montaje se proyecta al mañana, pues mientras para el espectador novicio Mal de Archivo es ahora altamente informativa de la producción de Gower, en una futura retrospectiva la misma pieza sería reiterativa, al menos a un nivel literal. Pero no podemos quedarnos en este nivel para apreciar las mañas de Gower. Mal de Archivo, como el Quijote de Menard (de Borges), juguetea con las condiciones contextuales en las que opera. Estas condiciones son establecidas por los contratos, implícitos y explícitos, que rigen el comportamiento de los actores del mundo del arte (artistas, críticos, coleccionistas, galeros, etc.), condiciones aludidas directamente en otras piezas de Gower que a su vez se ilustran en esta vitrina. Así, para Gower, el arte no es más que un dispositivo que satisface las predisposiciones y las expectativas conformadas por un rito social lleno de inconsistencias, y su logro está en inmiscuirlas en la vacuidad estética de su obra.

Linda Herritt maneja un discurso consolidado, también, en los 70 -la búsqueda de una estética contemporánea feminizada. Si bien las artistas feministoides en México no parecen cansarse de la representación del cuerpo erotizado como símbolo esencialmente femenino (ya sea en pintura, fotografía o performance), en los Estados Unidos, comenzando con el movimiento Pattern & Decoration, han optado en buena medida por desechar de entrada los medios tradicionales del arte, condenables por su asociación con una historia netamente masculina. En su lugar han insertado en el contexto artístico productos derivados de los quehaceres de la vida domésticabordado, costura, decoración. La instalación es un género idóneo para desplegar estas habildades, como queda demostrado en las dos montadas por Herritt en la Galería Nina Menocal. Herritt dirige nuestra atención al cortinaje que, so pretexto de embellecer el interior, protege la privacidad del hogar, pero que, por otro lado, en un escenario enmarca el espacio donde se despliega la ficción para el goce del público. La duplicidad del cortinaje se hace patente en Síntoma (1996): Un cortinero rojo deja ver nada más que la pared donde está montado, al extenderse sobre el piso envuelve una fila semicircular de aparatos domésticos encendidos (se distinguen unos ventiladores y una televisión) para generar un espectáculo actuado por accesorios donde brillan la ausencia y el encubrimiento. Todavía más brillante, o brillosa, es W.I.N.A.C.C.F.T.M. (1997), en la que la parafernalia de algún striptease (prendas plateadas, collares de cuentas, cortinas de lentejuelas) parecen levantarse de entre los escombros residuales del acto para coreografiar su propia danza.

Asumiendo a la forma como la serie de mecanismos con los cuales el arte activa las relaciones con su público, los artistas articulan el contenido de su producción a través del manejo de las formas.