Alucinando lavaderos

(17-Sep-1997).-
Los administradores y contadores de los capos de la droga que llegaron a leer la sección cultural de este periódico el pasado lunes (seguro lo hacen a diario como ejercicio de superación espiritual) deberán estar bastante complacidos gracias al afán de Leticia Sánchez por atraer las atenciones de la PGR hacia el mercado del arte -el cual, según las indagaciones publicadas en su artículo, “oculta detrás de la corrupción” todo un mecanismo de lavado de dinero que es aprovechado por los narcotraficantes.

Se entiende de entrada, una de las labores de un periodista es descubrir escándalos, y para ello sobre donde escarbar en este País. Pero debe marcarse un límite entre descubrir e inventar, por más que algunos derrideanos lo nieguen. El mercado de arte en México es como un niño medio bruto y berrinchudo que precisa de unas nalgadas y una buena educación para llegar a ser algo. Pero la acusación de Sánchez describe a un pequeño astuto con disposición patológica. La existencia de lavado de dinero en el mercado del arte no es invento, pero el atribuirle dimensiones de escándalo es aquí una exageración, además mal sustentada, que servirá, si acaso, para despistar brevemente a quienes tienen otras averiguaciones criminales verdaderamente importantes por completar.

El investigador Luis Astorga especialista en narcotráfico, calcula, de acuerdo al reportaje, que el uno por ciento del lavado de dinero se procesa con arte. Esta estimación está fuera de proporción. Se presume que el negocio de las drogas a nivel mundial genera cifras en los cientos de miles de millones de dólares por año, dólares que deben ser lavados, y seguramente un porcentaje nada desdeñable de esta billetiza atraviesa por México. Por su parte, el volumen del mercado del arte a nivel mundial no llega ni a los tobillos de la droga, y sólo una partícula ínfima le atañe al mercado mexicano. Es probable que a nivel mundial la totalidad de las transacciones del mercado del arte no bastaría para limpiar el uno por ciento de los ingresos de los narcotraficantes; la desproporción a nivel local es aún más aguda.

Y basta estar superficialmente familiarizado con el mercado de arte en el País para saber que sus finanzas se sostienen con las chequeras de un puñado de coleccionistas, y que estos coleccionistas son tan legítimamente acaudalados como legítimo es el poder de la Cámara de Diputados. Hablamos de los Azcárraga, los Slim, los Sada, los Zambrano, los Arango (el número reciente de Artnews publica la lista).

Claro, los narcos también compran arte -como lo hace cualquier ricachón sofisticado, a lo mejor simplemente por buscar prestigio. Y también compran joyas, autos de lujo, mansiones y ropa de nombre. Pero esto no implica que con ello laven dinero. Para lavar dinero se necesita (1) comprar un artículo con dinero sucio y (2) venderlo para recibir dinero limpio por él, o bien invertir dinero sucio en un negocio que genere dinero limpio (restaurantes, hoteles, líneas aéreas). El arte, sin embargo, es un pobre candidato para cumplir con estos propósitos. Las galerías de arte en México han sido bastante mal negocio por tradición (de otro modo las pocas que tenemos durarían más), y, por lo demás, hay infinitamente más gente interesada en recomprar un collar de diamantes, un Mercedes-Benz o una casa en Las Lomas que en adquirir un cuadrucho de Tamayo (si no me cree, pregúntele a todos los que se quemaron especulando con la obra de Tamayo en la víspera de su muerte).

Sánchez menciona una investigación de contrabando de heroína dentro de esculturas.

Pero esto tampoco tiene relación con lavado de dinero, sino con el transporte de la droga.

Aquí el arte es accesorio del crimen en la medida que lo son, digamos, las llantas que rellenan con marihuana para pasar la frontera.

Seguidamente, Felipe Ehrenberg acusa a las galerías de esconder registros de sus transacciones en complicidad con los lavadores de fondos. Aquí también hay equívoco; pues si las galerías sirvieran para lavar dinero lo harían como “negocios pantalla” cuya función es, al contrario de la imputación de Erhenberg, generar registros de actividad donde en realidad no la hay.

Para terminar, si, como también lo afirma Ehrenberg, las casas de subastas son utilizadas sistemáticamente por los lavadólares, éstos lo harían vendiendo chunches y no comprándolas (chunches se compran donde sea). Pero el mecanismo difícilmente funcionaría pues ningún comprador sensato adquiere obras de procedencia dudosa o desconocida -para protegerse de falsificaciones y mercancía robada.

El aspecto gris del mercado del arte en México está lejos de originarse en el lavado de dinero. La carencia de información confiable que contabilice las transacciones de obras de arte en el medio es resultado más bien, de nuestro incoherente código fiscal que si algo fomenta es la evasión de impuestos. Como ya anteriormente señalé en esta columna (Especie de artistas con crédito plástico, 19-3-97) la SHCP ha hecho todo lo posible para desincentivar y hasta incomodar la compra de obras de arte, empujando al mercado del arte hacia la economía subterránea. La única manera sensata de fiscalizar eficazmente al arte bajo las condiciones actuales sería por medio de incentivos a la facturación por parte del comprador, pues los bienes y servicios utilizados en la producción de obras de arte, por lo general, no requieren de ningún registro y su comercio puede desarrollarse perfectamente, como de hecho sucede, tras bambalinas.

Hace poco más de un año las principales galerías de arte del País fueron sometidas sorpresiva y simultáneamente a auditorías. Incluso se dice que éstas fueron solicitadas al gobierno por la mismísima DEA. A partir de que ninguna de éstas sacó a la luz delito grave alguno, hasta donde estoy enterado, me parece que el “secreto a voces” publicado por Leticia Sánchez suena como a “teléfono descompuesto”.

P.D. Cita con Expoarte VI

Del viernes 26 al domingo 28 de septiembre se llevará a cabo la sexta feria de arte contemporáneo en Guadalajara, la cual se ha convertido en el evento de su tipo más importante en Latinoamérica, y probablemente segundo en el continente tras la feria de Chicago. Este año se han convocado a cerca de 90 galerías e instituciones de calidad notable, 30 más que la edición anterior, entre las que destacan galerías clave a nivel mundial como Margo Leavin (Los Angeles), London Projects (Londres) y Juana de Aizpuru (Madrid/ Sevilla). Para el Foro Internacional de Teoría de Arte Contemporáneo que complementa la feria se han invitado profesionales de la talla de Lynne Cooke, directora de la super prestigiada DIA foundation, y Dan Cameron, curador del New Museum of Contemporary Art de Nueva York.

El proyecto Expoarte/ FITAC fue iniciado muy modestamente por un grupo de patrocinadores privados quienes seguramente apenas imaginables la trascendencia que llegaría a tener el evento. El esfuerzo bárbaro de los organizadores merece el apoyo de quienes estamos involucrados en la producción, diseminación, y consumo del arte contemporáneo del país.

Aquí se ofrece una oportunidad incomparable para entrar en contacto directo con el ámbito internacional del arte contemporáneo sin tener que dar la vuelta al mundo, para atestiguar un ejemplo vivaz de la concertación de fuerzas en el ecosistema que impulsa al arte de vanguardia tanto en cuestión intelectual como comercial, para convertirse en participante del medio cultural de hoy en lugar de seguir como espectador ajeno.

Artistas coleccionistas, galeristas, aficionados al arte contemporáneo -no dejen de asistir a Expoarte VI. (Para información, llamar al (01-3) 613-9866 o 613-58-34).